domingo, 10 de marzo de 2013

El Proyecto

Comencé a pensar este proyecto en Buenos Aires, hace un tiempo, con la idea de intervenir parques de la ciudad, empezando por uno en especial el que queda cerca de donde vivo. 
Apareció la posibilidad de una residencia para artistas organizada por Oncelibre-Articultores a realizarse en una Escuela primaria en Labordeboy, un pueblo de la provincia de Santa Fe.
El material se definió, decidí trabajar con estructuras de alambre y algodón que proviene del desperdicio de la industria textil. No tenía muy claro el cómo ni el por qué en ese momento, sabía que quería desarrollar objetos escultóricos que pudieran convivir en diferentes espacios y situaciones, como una construcción colectiva.



El Viaje empezó desde que supe que podía participar, comencé a imaginarme la escuela, los aromas, la gente, el taller.

Antes de llegar a Labordeboy estuve en otro pueblo en la provincia de San Luis, todo sucedió de un modo casual y casi preparatorio. Allí pude tomar contacto con esa atmósfera no urbana que también me remite a otras vivencias y hermosos recuerdos de viajes. Estando en esa inmensidad, en esa "nada" que lo tiene todo, se hizo presente el pasado, ese enigma que siempre vuelve. Los materiales que había elegido para trabajar se vinculan a mi historia familiar: el alambre y todo su proceso me llevan a ese espacio casi prohibido que era el trabajo de mi padre, a ese misterio que se hacía gigante muchas veces. El tejido tiene el olor de mi abuela materna, el calor de sus manos fuertes, el tiempo detenido fuera de cronos y también el corte abrupto que me impidió adquirir su oficio, hurgar entre sus agujas y lanas, descubrir un universo que intento recuperar.

Labordeboy


Este pueblo como tantos otros pequeños lugares donde el ferrocarril abandonó su paso, donde pareciera que ya nadie recuerda ni su nombre y hasta sus habitantes describen como insignificante, guarda un tesoro enorme: la mirada genuina, la nobleza, la generosidad de su gente que resiste al olvido y la adversidad eligiendo permanecer ahí en la tierra que los vio crecer.
La Escuela Primaria D. F. Sarmiento, la 549, es un edificio sólido de esos que en la Ciudad de Buenos Aires ya no se construyen, con aulas amplias y luminosas y un parque grande, verde como todo el pueblo.
Además de convivir con otros artistas, todas las mañanas aparecían alrededor de setenta niños de la colonia de verano. Era imposible no encariñarse con ellos, estaban ahí a la expectativa de cada movimiento, esperando matar la curiosidad a cada instante.¿Y vos cómo te llamas? ¿De dónde sos?¿En qué te vas a destacar? Preguntas como esas se multiplicaban a diario.



Lucía y Rocío

Al frente del grupo de niños estaban los profes: Martín, Gisella y Damián, con una vocación y alegría pocas veces vistas. Repito que eran alrededor de setenta niños todos los días, a veces la pasión no alcanza y ahí estaban Lucía y Rocío: dos adolescentes que ponían el cuerpo para colaborar con la tarea. 
Mi primer acercamiento al pueblo fue con ellas, había llevado un libro de macramé intentando aprender el oficio sin saber siquiera un nudo básico, ni interpretar una revista, ni haber agarrado una aguja jamás. Estaba segura que llegaría a mis volúmenes tejidos pero no sabía cómo. Una de las propuestas por parte de Oncelibre hacia nosotros, los residentes, era ofrecer talleres para los chicos los días sábados. La primera idea que apareció entonces fue un intercambio: las chicas me ayudaban a sacar nudos del libro y yo les brindaba clases de estiramiento y trabajo corporal. Casi espontáneamente comenzamos a reunirnos, sin dar aviso ni hacerlo extensivo a otros más que los que se acercaban en el momento a preguntar. ¿qué estan haciendo? Nos encontrábamos en la puerta de la Escuela, en el parque o en la pileta. 
Fue a través de ellas que comencé a vincularme con otros tejedores, expandiendo el proyecto, dándole un giro inesperado. 


Hugo Almada

Martín Charrera, uno de los queridos profes de la colonia,  me nombró a Hugo como alguien con un gran talento para tejer nudos y un carácter bastante reservado. Podíamos encontrarlo en su trabajo frente a la Escuela y hacia allí fuimos con Lucía y Rocío. Le expliqué a Hugo de que se trataba el proyecto, por dónde íbamos y las dificultades que tenía. Muy generosamente nos invitó a su casa para mostrarnos sus trabajos.
Su voz gruesa, sus manos rústicas, su mirada fuerte y profunda rápidamente nos trasportaron a una atmósfera particular. 
Hugo habla mientras prepara el mate, cuando trabaja, cocina o fuma. El aire se llenó de historias y anécdotas, de consejos y secretos de oficio y de palabras del Martín Fierro recitadas textualmente.




Cama Paraguaya











Comenzamos nuestro primer trabajo: un macetero colgante. Lo primero que pensamos al ver esa cantidad de  hilos tan largos es que se enredarían todos y nos llevaría mucho tiempo continuar. Hugo fue un paciente maestro en cada encuentro, repetía cómo hacer tal o cual nudo mientras cebaba mate y buscaba unos bizcochos para convidar. Llegamos a concluir el macetero y comenzamos un cinto, compartimos inolvidables momentos.














Gualberto Martínez

Por recomendación de Hugo fuimos a buscar a Gualberto a Villa Estela, allí vivían también Rocío y Lucía, cruzando la vía al lado de Labordeboy.
Gualberto es ese típico personaje de campo, entrado en años con manos ásperas, laboriosas, que habla despacio y un poco cerrado. Sus trabajos estan hechos totalmente con tientos de cuero, producto de sus ratos libres.





Clide

Esta mujer vital, solidaria, apasionada, me ofreció su casa como lugar de encuentro e intercambio. Todos me habían hablado de ella y su habilidad para tejer al crochet entre otras cosas; pero el mejor testimonio para contar quién es son sus propias palabras:





La casa de Clide se transformó en un taller permanente para todas las edades, incluyendo su bisnieta y amigas. Nos juntábamos los lunes, martes y jueves a tejer al crochet, dos agujas y  nudos, atando tiras de jersey a las sillas y a la cintura. 












Los talleres textiles de Silvia Pipa y Natalia donaban material todas las semanas








Tejer árboles

Cuando el grupo se afianzó salimos a la plaza. 







Hugo: las manos, el árbol, la vida






Paola Miranda

El entusiasmo de Clide por aprender macramé hizo que buscáramos una profesora de Wheelwhrigt







Marcela Gutierrez Formaggio

Marcela merece una mención aparte. Es la Directora de la Escuela primaria Nº 549 Domingo F. Sarmiento y es también la secretaria, la prosecretaria, la administrativa, la contadora, la que organiza el comedor, etc, ya que ninguno de esos puestos existen. Se dice entre los educadores, de manera popular, algo así como: "cuando la cabeza funciona el resto camina". Vaya si aquí camina. Marcela apareció en pleno enero con una sonrisa cordial que no dejó de tener nunca, ni afuera de la Escuela en alguna salida que compartimos. Nos ofreció su colaboración en todo momento, se interesó por todos y cada uno de nosotros mientras desempeñaba sus múltiples tareas con los niños allí.
En cuanto a mi proyecto me brindó material para trabajar y me presentó a su amiga tejedora "Chichina"

Adelina Buzzini "Chichina"

Chichina apareció un lunes desde Wheelwright, un pueblo que queda a unos 15 km de Labordeboy, con unas cuantas bolsas llenas de tejidos hechos en telares de distintas formas y tamaños. Sus trabajos eran uno más lindo que otro, con unas lanas e hilos suaves de esos que ya casi no se consiguen y de unos diseños muy interesantes. Nos quedamos con ganas de aprender más, así que volvió a venir al lunes siguiente con un telar triangular para enseñarnos a hacer un pequeño poncho.




El "Bicho del Agua" 

Finalmente la imagen de mi objeto apareció una noche en particular. El clima estaba extraño con esa humedad que antecede a la lluvia, algo que no sucedía muy seguido. Eramos unos cuantos los que estábamos dentro de la Escuela, transitando por el largo pasillo que en instantes se forró de negro. Cientos de insectos se estrellaban contra las paredes, en nuestras cabezas y caían al piso formando una alfombra, son los "bichos del agua" dijo alguien. La lluvia duró un rato, pero se hizo eterno. A partir de esa sensación de invasión y parálisis me dediqué todas las mañanas a crear un insecto 


Una vez concluido decidí intervenir la plaza









El registro fotográfico y fílmico estuvo a cargo de 
uno de mis compañeros de residencia: Félix Busso





Tejiendo redes en el Estudio Abierto de la Residencia Oncelibre 2013